Publiquem a tercera.cat la sèrie d'onze articles que ens serviran per presentar els onze integrants de l'Onze ideal de la temporada 2013/2014, així com per conèixer quin ha estat l'MVP del curs segons les 68 propostes que heu fet arribar a final de temporada. Podeu repassar els onze ideal de les dues temporades anteriors: 2011/2012 i 2012/2013.
Foto: Alex Gallardo (GallardoPhoto.com) |
Andrés 'Tato' Burgada és carisma, és seguretat. Després de molts cursos sent un dels porters destacats del futbol català, aquesta temporada també els registres l'han assenyalat com el menys golejat del grup català de Tercera. Burgada ha estat peça clau en l'èxit col·lectiu de la Muntanyesa, a més de transmetre un plus més de solidesa a la que ja aportava de per si la treballadíssima línia defensiva dels de Nou Barris. Tato entra a l'onze ideal que escolliu els lectors de tercera.cat com a porter més votat. Ha estat el 15è jugador més proposat, amb presència al 16'18% de les propostes. Aquesta temporada el vot per als porters ha estat molt repartit. Fa dos cursos, Toni Texeira va ser dominador clar, amb el 74% dels vots; i la temporada passada Dani Barragán entrava a l'onze després d'aparèixer al 40% de les propostes.
Configuració de l'onze ideal 2013/2014:
Millor porter: Andrés 'Tato' Burgada (16%)
Jugador més proposat:
Segon:
Tercer:
Quart: Juan Pablo Amantini (41%)
Cinquè: Alex Cano (38%)
Sisè: Javi Sánchez (32%)
Setè: Nils Puchades (29%)
Vuitè: Baruc Nsué (28%)
Novè:
Desè:
Ens parla del Tato Burgada en Pablo Agudo, periodista de la Redacció d'Esports de BTV, que ha seguit aquest curs la Muntanyesa, al costat del mite David Ferrús, i que va viatjar amb els barcelonins als duels de play-off a Paterna i Formentera.
Tato Burgada, el guardián bajo la línea
un article de Pablo Agudo / @84_Pae
Cuenta la mitología que para que las almas errantes no pudieran salir del inframundo y los vivos no consiguieran entrar a recuperarlas, se puso un feroz guardián en la puerta. Algo que ahuyentara todos los intentos de atravesar la línea divisoria. Algo persistente y tenaz. Que inundara de los miedos más primarios los ojos de los valientes hasta dejarlos afligidos. Dicen que era un perro con tres cabezas, que su lengua era venenosa y que su cola era de serpiente. Le llamaron Cerbero y muy pocos humanos consiguieron burlar su vigilancia. El can Cerbero vivía en la soledad más austera. Sólo pendiente de hacer bien su trabajo.
Hoy hay muchos cancerberos y todos protegen su línea con mayor o menor suerte. De hecho, hay una frase que se escucha permanente en los modestos campos de fútbol catalán. Es un rumor que recorre las gradas como las antiguas ardillas cruzaban la península de árbol en árbol. Va de garganta en garganta y se le ha oído pasar de un córner a otro saltando de bufanda en bufanda: "Ese es el mejor portero de la categoría".
Da igual la categoría, el equipo, el campo y, hasta si me apuras, da igual el portero. La niña de mis ojos siempre será la más guapa aunque no haya parado ni un taxi durante la temporada. Pero, ay amigo mío! Los números no mienten. Los números se ríen en la cara de los sentimientos más profundos y ahí es donde entra Tato.
Andrés 'Tato' Burgada es el mejor portero de la categoría para la Peña Al Hueco, pero cuando los forofismos se disuelven, uno puede reconocer que tienen razón. Al menos durante este año, Tato sólo ha vivido el peor momento del portero 31 veces. Tantas como ha acariciado la amargura de recoger el balón de dentro de su portería. Tato sabe que tiene una defensa rigurosa, casi infranqueable, pero ellos saben que si se equivocan, tienen al mejor guardián para proteger su tesoro más preciado: la línea de gol que duerme bajo el larguero.
Tato despuntó joven, promesa del Espanyol que, como tantos, tuvo que buscarse la vida fuera del cobijo de un gran club. Después de idas y venidas, aterrizó en enero del año pasado en la Bombonera de Nou Barris para ser el guardián de la portería de la Montañesa. Y lo cierto es que no le ha ido nada mal. Después de que el equipo se salvase en el último partido de su primer año, esta temporada la cosa ha mejorado mucho. Clave en muchos partidos, Tato ha vuelto a hacer un play-off para ascender. En la segunda eliminatoria contra el Formentera, Tato, como todo el equipo, no tuvo su mejor partido. No todo el mundo sabe que llegaba tocado. Una fuerte indisposición le obligó a comer arroz hervido y ausentarse de la mesa más de una vez. El agua mineral y Toni fueron sus únicos compañeros esa noche previa al partido. Pero él quiso jugar y jugó. O al menos, como todo el equipo, no dejo de pelear contra Eolo durante el partido.
Fue un viaje de vuelta duro. Dejar la isla como si los desterraran del paraíso fue algo complicado. Un 2 a 0 siempre es difícil de remontar, aún sabiendo que el infierno estará de tu parte en Nou Barris. Tato, como todos, levantó la cabeza pronto. No había sido su mejor día, pero todo podía cambiar en 90 minutos. En el ferry de vuelta, cruzando el mar como el barquero Caronte cruzaba el río para guiar las almas errantes que el can Cerbero recibía, todos se conjugaron para remontar. Una semana después todo se complicaba cuando el yugo del silbato caía sobre la Bombonera. Penalti y expulsión en el minuto 15. Todos miraron a Tato y él les devolvió la confianza parando el disparo. El resto de la historia ya es conocida. 3 a 0 y de nuevo penalti en el último minuto. Ni siquiera el mejor portero de la categoría pudo defender su tesoro y la Monta claudicó. Con la amargura que deja la injusticia en la boca, pero con la cabeza alta. Y Tato volvió a su soledad durante los últimos segundos de partido. Curiosa contradicción: un instante tan eterno para algo efímero en la cabeza de quien lleva marcada la piel hasta el final. Porque Tato vive para el fútbol pero también de los tatuajes. Quien se tatúa tiene claro que hay algo más que no querer olvidar; es querer recordar para siempre. Pero hay cosas que ni la piel pintada puede recordar más que el fuego de la memoria. Esta habrá sido una buena temporada bajo la línea de gol, pero pudo haber sido mejor. Y él sabe que lo intentó, y también que volverá a haber revancha. Andrés volverá a la soledad del guardián. Volverá a ver pasar el tiempo desde su pequeño rectángulo de acción y volverá a caer y a levantarse. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que hacen los cancerberos.
Cuenta la mitología que para que las almas errantes no pudieran salir del inframundo y los vivos no consiguieran entrar a recuperarlas, se puso un feroz guardián en la puerta. Algo que ahuyentara todos los intentos de atravesar la línea divisoria. Algo persistente y tenaz. Que inundara de los miedos más primarios los ojos de los valientes hasta dejarlos afligidos. Dicen que era un perro con tres cabezas, que su lengua era venenosa y que su cola era de serpiente. Le llamaron Cerbero y muy pocos humanos consiguieron burlar su vigilancia. El can Cerbero vivía en la soledad más austera. Sólo pendiente de hacer bien su trabajo.
Hoy hay muchos cancerberos y todos protegen su línea con mayor o menor suerte. De hecho, hay una frase que se escucha permanente en los modestos campos de fútbol catalán. Es un rumor que recorre las gradas como las antiguas ardillas cruzaban la península de árbol en árbol. Va de garganta en garganta y se le ha oído pasar de un córner a otro saltando de bufanda en bufanda: "Ese es el mejor portero de la categoría".
Foto: Alex Gallardo (GallardoPhoto.com) |
Da igual la categoría, el equipo, el campo y, hasta si me apuras, da igual el portero. La niña de mis ojos siempre será la más guapa aunque no haya parado ni un taxi durante la temporada. Pero, ay amigo mío! Los números no mienten. Los números se ríen en la cara de los sentimientos más profundos y ahí es donde entra Tato.
Andrés 'Tato' Burgada es el mejor portero de la categoría para la Peña Al Hueco, pero cuando los forofismos se disuelven, uno puede reconocer que tienen razón. Al menos durante este año, Tato sólo ha vivido el peor momento del portero 31 veces. Tantas como ha acariciado la amargura de recoger el balón de dentro de su portería. Tato sabe que tiene una defensa rigurosa, casi infranqueable, pero ellos saben que si se equivocan, tienen al mejor guardián para proteger su tesoro más preciado: la línea de gol que duerme bajo el larguero.
Tato despuntó joven, promesa del Espanyol que, como tantos, tuvo que buscarse la vida fuera del cobijo de un gran club. Después de idas y venidas, aterrizó en enero del año pasado en la Bombonera de Nou Barris para ser el guardián de la portería de la Montañesa. Y lo cierto es que no le ha ido nada mal. Después de que el equipo se salvase en el último partido de su primer año, esta temporada la cosa ha mejorado mucho. Clave en muchos partidos, Tato ha vuelto a hacer un play-off para ascender. En la segunda eliminatoria contra el Formentera, Tato, como todo el equipo, no tuvo su mejor partido. No todo el mundo sabe que llegaba tocado. Una fuerte indisposición le obligó a comer arroz hervido y ausentarse de la mesa más de una vez. El agua mineral y Toni fueron sus únicos compañeros esa noche previa al partido. Pero él quiso jugar y jugó. O al menos, como todo el equipo, no dejo de pelear contra Eolo durante el partido.
Foto: Alex Gallardo (GallardoPhoto.com) |
Fue un viaje de vuelta duro. Dejar la isla como si los desterraran del paraíso fue algo complicado. Un 2 a 0 siempre es difícil de remontar, aún sabiendo que el infierno estará de tu parte en Nou Barris. Tato, como todos, levantó la cabeza pronto. No había sido su mejor día, pero todo podía cambiar en 90 minutos. En el ferry de vuelta, cruzando el mar como el barquero Caronte cruzaba el río para guiar las almas errantes que el can Cerbero recibía, todos se conjugaron para remontar. Una semana después todo se complicaba cuando el yugo del silbato caía sobre la Bombonera. Penalti y expulsión en el minuto 15. Todos miraron a Tato y él les devolvió la confianza parando el disparo. El resto de la historia ya es conocida. 3 a 0 y de nuevo penalti en el último minuto. Ni siquiera el mejor portero de la categoría pudo defender su tesoro y la Monta claudicó. Con la amargura que deja la injusticia en la boca, pero con la cabeza alta. Y Tato volvió a su soledad durante los últimos segundos de partido. Curiosa contradicción: un instante tan eterno para algo efímero en la cabeza de quien lleva marcada la piel hasta el final. Porque Tato vive para el fútbol pero también de los tatuajes. Quien se tatúa tiene claro que hay algo más que no querer olvidar; es querer recordar para siempre. Pero hay cosas que ni la piel pintada puede recordar más que el fuego de la memoria. Esta habrá sido una buena temporada bajo la línea de gol, pero pudo haber sido mejor. Y él sabe que lo intentó, y también que volverá a haber revancha. Andrés volverá a la soledad del guardián. Volverá a ver pasar el tiempo desde su pequeño rectángulo de acción y volverá a caer y a levantarse. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que hacen los cancerberos.
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